Hace un buen rato que intento acabar el informe que me has pedido, pero no puedo concentrarme. Ya sabes que suelo responder con eficacia a tus indicaciones, pero algo en mi interior se niega hoy a seguir redactando fríos y descorazonados memorándums. Por contra, cuando me he puesto escribirte esta carta, mi pulso se ha acelerado y mis dedos han empezado a danzar livianamente sobre el teclado del ordenador.
Seguro que te preguntarás por qué te escribo una carta en lugar de enviarte un mail o sencillamente llamarte al móvil. No estoy seguro, pero creo que tiene que ver con la distancia y la ausencia de prisas. Dicho de otra manera, la carta me da la posibilidad de escribir pensando, de volver atrás y rectificar, de explicarme sin la incómoda sensación de que tengo que ser breve para no hacer perder el tiempo a mi interlocutor. Sin la premura de otros medios, en definitiva. Y lo que te quiero explicar, como verás, no admite prisas.
El caso es que hay una cosa que me tiene preocupado, a ratos estupefactos y a ratos cabreado, y que no m deja conciliar el sueño desde hace semanas. Es algo sencillo y fácil de entender, pero a la vez terriblemente profundo. Quizá te parezca banal a simple vista, pero tengo razones para pensar que es esencial para nuestro futuro como personas y como sociedad.
Te lo diré sin rodeos: la gente no es feliz. Por supuesto, es una generalización, pero más extendida de lo que muchos creen.
Desde hace algún tiempo, cuando pregunto a mis amigos y compañeros algo tan simple como “¿qué tal?”, obtengo respuestas como éstas:
“Pse, tirando” (del carro, evidentemente, con lo que la identificación con un animal de tracción es obvia).
“Ya ves” (que en realidad quiere decir: “Decídelo tú, porque yo ni me veo”).
“Vamos haciendo” (en un gerundio sin fin). Fíjate, “vamos” y no “voy”, porque en esta situación es mejor sentirse acompañado.
“Luchando” (como si la vida fuera una guerra).
“Pasando” (¿por el tubo?).
“No me puedo quejar” o su versión extendida “No nos podemos quejar”, donde el que responde asume, en un alarde de masoquismo, que podría estar peor.
……………….
(“LA BRÚJULA INTERIOR” de Alex Rovira.)

3 comentarios:
Eres RARA con los libros, la música y el bricolaje. Beso
Niña mejor pintar que beber
V, ....................
Niño, lo sé...
MUAK, MUAK
Publicar un comentario